La ciudad vive los Juegos Paralímpicos en medio de múltiples
actividades para los locales y el turismo internacional. Conseguir una entrada
es misión imposible, más para los que no son europeos. La seguridad, por ahora,
implacable.
Con sus monumentos impactantes, como el famoso reloj Big
Ben, que marca los tiempos de los londinenses o el más reciente London Eyes,
una especie de mirador desde lo más alto, esta ciudad vive a plenos los Juegos
Paralímpicos. Y si los convencionales fueron todo un éxito en distintas
cuestiones, éstos no se quedan atrás. La ceremonia inaugural brilló en el
Parque Olímpico y replicó por todos lados y el Trafalgar Square se llenó de
fanáticos que explotaron con el fin de la cuenta regresiva. La ciudad se llena
de carteles alusivos a estos Juegos que, para los habitantes de esta ciudad,
tienen la misma importancia que los convencionales. No está Usain Bolt, ni Michael
Phleps, pero nada ha cambiado aquí. El Parque Olímpico es una verdadera
demostración de espíritu olímpico, con la amabilidad típica de los voluntarios
que indican a los miles de espectadores hacia dónde dirigirse para llegar a los
estadios. Antes, deberán superar los intensos controles de seguridad que
incluyen desde la simple presentación de la entrada a extensas sesiones de
scanners. Los controles no fastidian a la gente que luce feliz. No es para
menos en un lugar que irradia deporte y, en este caso, muestra la superación de
los atletas ante sus discapacidades físicas. Llegar a verlos en acción no será
fácil para muchos, incluso, imposible para casi todos los que no tengan
entradas ya adquiridas. En la web oficial sólo se venden para los ciudadanos locales
o europeos, mientras que para los latinoamericanos hay un portal especial, pero
ya están agotadas. Las clásicas boleterías son una imagen de otra época. Los
diarios le entregan una gran cobertura e inundan sus páginas, más con la
presencia de los jóvenes monarcas William y Kate en el partido de goalball
entre Gran Bretaña y Lituania, en la TV se muestran imágenes de los distintos
deportes aunque de manera discontinua (en este aspecto sí se diferencia de los
convencionales) y los medios de transporte se prepararon para la ocasión. No
hay forma de perderse para llegar a los lugares de competencia. Todo está bien
señalizado. La estación de subte de Stratford, la que comunica al Parque con la
ciudad, no cobra boleto. Es un gran aliciente ya que un ticket de metro llega a
costar hasta 3.60 libras. Londres vive nuevamente la fiesta del deporte. Ahora
es el turno de los Paralímpicos. Pocas expresiones de cualquier índole superan
al espíritu de los Juegos. A disfrutarlos.
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