Miles de cubanos sueñan estos días con ser deportistas de
elite. El deseo de encontrarse entre los mejores atletas del planeta no
responde, esta vez, al anhelo de conseguir una medalla de oro o de dejar
boquiabierto a medio mundo batiendo un nuevo record. La realidad se acerca más
al deseo de salir a la carrera sin esperar al pistoletazo de salida.
Las Olimpiadas de Londres invitan a los cubanos a todo toda
clase y condición a fantasear con una posible fuga, algo que forma ya una parte
muy importante de la cultura cubana. La última estampida de este tipo incluyó
cinco jugadores del equipo nacional de baloncesto, que hace menos de un mes
escogieron la vecina isla de Puerto Rico para cumplir un sueño que seguramente
venían madurando desde años atrás. Las próximas olimpiadas en la capital del
Reino Unido abren igualmente una vía hacía nuevas deserciones, que sin duda
veremos producirse. Si en el transcurso de los juegos no se contabiliza ninguna
evasión entre los representantes de Cuba, será por cuestiones relacionadas con
el aumento de la vigilancia y no por una cabal asimilación del discurso que
suelen ofrecer, antes del viaje los dirigentes de Instituto Nacional de
Deportes y Recreación (INDER), entidad estatal que ostenta el monopolio en el
sector. Sin embargo, ya en el mismo momento en el que comiencen las arengas
patrioteras y el compromiso de los deportistas de volver al país tan pronto
culmine la participación en las diversas especialidades, se irán fraguando las
estrategias para ponerse a resguardo de las autoridades migratorias del país
anfitrión a la menor oportunidad. En esta línea, la experiencia dice que es
bastante probable que se produzcan acontecimientos de este tipo, dado que en
anteriores citas deportivas algunos de los desertores fueron personas de las
cuales no se sospechaba que fueran a tomar una decisión de esta naturaleza. Es
de sobra sabido que para que los planes de fuga triunfen, es preciso maximizar
los subterfugios de la doble moral con el propósito de ganarse la confianza de
los chivatos, agentes encubiertos y policías de civil que siempre acompañan a
las representaciones deportivas. Es destacable que en lo que va de año ya hayan
desertado 27 atletas, cifra que ha tratado de minimizarse comparándola con el
número de los participantes que regresaron a la Isla tras cumplir su rol en
diversos torneos regionales o mundiales. Sin embargo, que el mayor número de
competidores opte por el retorno a Cuba, por los motivos que sean, no le quita
importancia a la situación. Muy por el contrario, sólo una huida, sólo un
deportista que logre burlar los medios de control, activados al máximo, deja al
descubierto el perfil carcelario de un régimen que se vende como un paradigma
de la decencia y el respeto de los Derechos Humanos. Decenas de miles de
personas han muerto ahogadas en el Estrecho de Florida durante los 53 años de
gobierno socialista, al convencerse que el paraíso terrenal que les prometieron
resultó ser el camino más corto al infierno. Al decidirse por una huida en
cualquier objeto flotante, su destino se selló en las fauces de los tiburones o
bajo las turbulencias del océano. Desde este punto de vista, la escapada
durante un acontecimiento deportivo constituye la mejor opción para los
rehenes. Así, no es casual la envidia de muchos cubanos hacia los deportistas
seleccionados para participar en las próximas Olimpiadas, y Londres es la puerta
de salida hacia la libertad, ¿Cuántos podrán franquearla?
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