Yamil Peralta sube al ring con la idea de que su rival
quiere sacarle lo que le pertenece. En Londres pensará desde el primer momento
que la medalla ya es suya y deberá defenderla ante cualquiera que se interponga
en su camino.
Sólo necesita ser frío, tratar de ser inteligente al boxear,
marcarle los puntos, pegar lo más fuerte que se pueda.
Yamil Peralta
Apuesta todo en sus brazos largos y su fuerte pegada fuerte.
El entrenamiento de selección con el cubano Sarbelio Fuentes hizo ganar en
movimientos de piernas para aprovechar la larga distancia. Peralta escucha los
gritos de afuera, pero su concentración extrema no reconoce lo que se habla.
Pocas veces entiende las indicaciones desde el rincón durante el combate. Desde
su infancia en San Miguel le gustaba esto de pelearse. Veía en la televisión un
combate por el título y cuando aparecían los cinturones insistía con que quería
uno de esos. Instalado en José C. Paz en su adolescencia, Pepe Balbi lo llevó
hasta el gimnasio de Hugo Curto, en Caseros, pese al descontento de su madre.
El deporte modificó a aquel petiso y gordo en un espigado batallador. "Quiero
revancha, me lo voy a volver a cruzar". Peralta, tras perder frente al cubano
Lenier en los Panamericanos de Guadalajara, acumuló bronca allá por octubre de
2011. La medalla de bronce no sació su sed de gloria. Quiere más, piensa que no
hay ningún monstruo a vencer. Yamil asegura que los argentinos son los mejores
boxeadores de todos. "Si tenés que dejar todo, lo haces, no lo veo en
otros países". En esa plena confianza radican sus ilusiones en grande para
los Juegos Olímpicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario